Nadie da de lo que no tiene, dice el refrán popular. Nadie puede enseñar matemáticas si no sabe matemáticas, o ruso, sino ha estudiado ese idioma. Del mismo modo, para enseñar a nuestros alumnos inteligencia emocional, debemos formarnos en la materia.  Y mucho me temo que la gran mayoría de los docentes que están ahora mismo en las aulas, no han sido formados en una materia tan sensible y necesaria hoy en día.

¿Cómo vamos a captar las emociones de nuestros alumnos, si no reconocemos las nuestras? ¿Seremos capaces de aconsejar sobre la forma de encauzar la pasión, la ira, la tristeza… si nadie nos lo ha explicado? La vida enseña, desde luego, pero la “materia” que tenemos entre manos es altamente sensible como para tomárnosla en serio.

Los alumnos nos miran, nos examinan, nos evalúan… podemos ser para ellos docentes influencers, que dejan huella o docentes a olvidar para el resto de sus vidas. Ojalá seamos de los primeros, de los docentes influencers emocionales que conlleva el ser un profesor empático, cercano, que se hace cargo de los problemas de sus alumnos, de sus ilusiones, miedos y alegrías. 

Nadie da de lo que no tiene. Si un profesor no se forma en inteligencia emocional, difícilmente será capaz de detectar las emociones de sus alumnos. Por eso es importante que además de aprender matemáticas, lengua, historia o ciencias naturales, para poder ser docentes y dar clase a nuestros futuros alumnos, seamos responsables y nos formemos en inteligencia emocional para poder llegar a comprender mejor a las 20-30 personas que tenemos delante todos los días. Y sobre todo para poder ayudarles a tener éxito en la vida y ser felices.

Son muchas ya las investigaciones que nos confirman que la clave para el éxito en la vida es la inteligencia emocional, el saber controlar y gestionar cada una de las situaciones que se nos presentan cada día y saber reaccionar de forma adecuada en cada momento. Tanto para una buena socialización como una satisfactoria adaptación al medio, el desarrollo de las emociones es fundamental. Igualmente, para el bienestar psicológico de los niños y de su entorno, es necesario llevar a cabo una educación en Inteligencia emocional. Y para ello la escuela es un buen entorno para poderla llevar a cabo.

Los alumnos disfrutan más en el aula cuando el profesorado sabe educar emocionalmente, les es más fácil afianzar su propia autoestima y suelen tener un mejor rendimiento académico. Son más creativos y felices. Beneficia su salud psíquica y ayuda a tener menos conflictos interpersonales. 

Nos jugamos mucho, si no nos tomamos en serio el convertirnos en “Influencers emocionales” de nuestros alumnos ¿nos lo podemos permitir?

Roseta Rodrigo

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