“Padecemos una especie de subdesarrollo emocional que nos impulsa a ciertas conductas autodestructivas, tanto en nuestra vida pública como en la privada. Nos urge encontrar un camino que nos permita hallar una manera de ser más sanos, y ese camino está íntimamente relacionado con la inteligencia y las emociones. El amor es la emoción que mejor simboliza la salud del hombre, es todo lo opuesto a la agresión, al miedo y a la paranoia, que a su vez representan la patología que nos desune”. Claudio Naranjo (1984).
El amor puede parecer una emoción poco científica. Al ser una emoción tan intensa, tanto en lo bueno como en lo malo, parece interesar más a los editores de las revistas de sociedad que a los de las revistas científicas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, el amor es una emoción extrema que nos lleva a comportamientos, en algunas ocasiones, también extremos como la violencia, el suicidio, el homicidio o el delito, que debe ser y es investigado.
El amor es una emoción secundaria, no porque no sea importante, sino porque es diferente de las emociones primarias, o genéticas, que nos hacen sobrevivir, emociones como el miedo, la tristeza, la alegría, el asco, la ira y la sorpresa. Pero el amor, no viene en los genes, sino que surge y se desarrolla en relación con otras personas, y en ocasiones, esta relación interpersonal se trunca, incluso en los primeros días de vida.
El amor, no viene en los genes, sino que surge y se desarrolla en relación con otras personas
Los bebés que, sin necesidad de ser maltratados o abusados, tienen constantes carencias afectivas en sus primeros años de crecimiento tienen un desarrollo neuronal más lento e incompleto, por tanto, para estimular el crecimiento y la maduración cerebral es preciso que los bebés humanos reciban caricias, abrazos, besos y palabras cariñosas. Los niños que no se sienten queridos, o que crecen en un ambiente frío, hostil, agresivo o negligente, no saben amar y pueden acabar desarrollando trastornos psicológicos graves. Las consecuencias de las carencias afectivas sufridas durante los primeros años de vida son terribles, pero, no siempre irremediables.
Desde la filosofía oriental se afirma que el amor se puede entrenar y cuando se consigue amar, se llenan los vacíos afectivos que uno mismo sintió en el pasado:“Si se desarrolla en toda su intensidad, el amor es un cuidado y una atención dirigidos hacia todos los seres de este mundo por igual, individualmente y sin reservas. Hay amor cuando uno se interesa de manera profunda por el bienestar, la felicidad y la prosperidad de otra persona, conocida o no, de un animal o de cualquier otro ser. Cuando se siente amor por alguien, no sólo se desea que éste sea feliz, sino que sea inmensamente feliz, existe un anhelo intenso de que, en verdad, se encuentre bien y también un entusiasmo inagotable que desea su desarrollo y progreso”.
Para los maestros orientales en el arte de amar, cuando una persona ama deja de ser ofensiva y reactiva, renuncia a todo tipo de rencor, resentimiento y animosidad, desarrollando una mente amistosa, servicial y benevolente que busca el bienestar de los demás. El verdadero amor carece de interés personal, evoca sentimientos de compañerismo y simpatía hacia los otros, que con la práctica, crece sin límites y supera toda barrera social, religiosa, racial, política y económica.
Las prácticas de meditación orientales que entrenan a las personas en el amor generan actitudes protectoras e inmensamente pacientes en la persona, como las que tiene una madre que sortea todo tipo de dificultades por su hijo y siempre lo ampara. Si el amor se cultiva adecuadamente el resultado es la adquisición de un tremendo poder interior que preserva, protege y sana, tanto a uno mismo, como a los demás.
A lo largo de los años me he dado cuenta de lo importante que es nuestra forma de reaccionar/actuar ante las cosas que nos suceden, bien sea a nosotros directamente o a nuestro entorno.
Cuando tenía nueve años perdí a mi abuelo materno en un accidente, nueve años después perdí a mi abuela materna de la misma manera, fue muy duro. Con mi abuela materna tenía una relación y un vínculo muy especial y en aquel momento tuve que aprender a ser resiliente y salir fortalecida de aquella situación.
Cuando pienso en mi abuela pienso en su SENCILLEZ, lo bien que te hacía sentir con “pequeñas” cosas. Al salir del colegio, me ofrecía un par de mandarinas para merendar (ella sabía que me gustaban mucho), y las comía sentada en el escalón de su cocina desde dónde podía contemplar el atardecer a través de la ventana. Ahí, en ese momento, el tiempo se paraba. Su presencia…
Me costó mi tiempo, pero lo conseguí, conseguí valorar y llevar siempre conmigo todos los aprendizajes que mi abuela me había enseñado y me sirvió para apreciar aún más cada momento.
Nos lo pasábamos muy bien, jugábamos, reíamos… Y siempre me lo recordaba:” Mónica, en esta vida cada momento que puedas disfrutar, hazlo, siempre sin hacer daño a nadie, porque la vida va de eso “.
Pasaron algunos años más y nació mi hijo, una preciosidad, pero llevaba con él un gran aprendizaje. Desde su nacimiento, ahora ya tiene 17 años es alérgico anafiláctico a la proteína de la leche de vaca. Desde los primeros meses de vida lo que era la base de la alimentación de los demás niños para mi hijo era un gran veneno, simplemente con ingerir una gota de leche de vaca su vida corría peligro, es más, en cinco minutos la podía perder si estaba en contacto o tomaba el alérgeno.
Con unos 4 años me pidió un zumo de frutas, estábamos en un supermercado haciendo la compra, leí los ingredientes y lo puse en el carro. Al salir por caja y pagar se lo di, dio un sorbito, y me dijo: “Me pica la lengua”, a los pocos segundos “Me duele la tripa” y ahí yo ya me temí lo peor. Empezó a desvanecerse y saqué una de las inyecciones precargadas de adrenalina y se la pinché. Poco a poco fue volviendo en sí, al pasar unos minutos empezó a hincharse por fuera. Pedí ayuda y llamaron al 112, vino una ambulancia y nos llevaron al hospital. Antes de que llegara la ambulancia lo tuve que volver a inyectar otra dosis de adrenalina ya que empezaba a ahogarse. Ya en urgencias le hizo falta una tercera dosis de adrenalina. Pasó la noche en la UCI en observación. Fue un sorbito de zumo de frutas que llevaba un 7 % de leche desnatada de vaca, yo leí el etiquetado y esa línea la salté, fue un error mío. Cuando me di cuenta al decirme que le picaba la lengua y volví a leer los ingredientes yo sabía lo que estaba pasando y mientras le inyectaba la adrenalina le pedí perdón y él me contestó ” mamá, no me tienes que pedir perdón, tu no lo has hecho queriendo”.
Ahí tuve que trabajar mucho para transmitirle a mi hijo que lo más importante para mí, para nosotros, la familia, era que él fuera feliz. No importaba lo que pudiera o no pudiera comer, lo importante era que su vida no corriera peligro y que él estuviera bien.
En plena adolescencia es un niño completamente feliz, es responsable y cuida lo que puede comer.
Ha sido un gran aprendizaje vivir estos años con esa tensión que es no poder comer lo que comen los demás niños y ya no solo eso, también evitar el contacto, las trazas…. pero en cambio una vez más hemos salido fortalecidos de esta situación y valoramos muchísimo más el estar bien, el poder correr, el jugar a fútbol que le encanta y disfrutar cada momento como estábamos comentando.
Alguna vez se ha quejado de que he sido muy pesada diciendo y recordando todo el protocolo:
-¿Llevas tu comida?
-Acuérdate, no toques ni comas nada que no sea lo tuyo.
-Revisa si llevas la adrenalina, recuerda, tiene que ir siempre contigo.
Salvo este comentario de “mamá, eres muy pesada, tú sabes si me lo has dicho veces… no te preocupes que lo sé”. Le hemos ido ayudando y él también nos ha ayudado a nosotros a llevarlo mejor en comentarios como estos: “no os preocupéis por mí, yo sé lo que tengo que comer”, “tendré cuidado”, “soy responsable”.
A nivel profesional soy diseñadora cerámica desde hace unos 23 años, he estado en ambientes competitivos y a veces duros, pero a fecha de hoy lo que más me llama la atención de todo este recorrido son las personas, las personas con las que he estado trabajando, las personas con las que he compartido tantas horas, el cómo hemos ido consiguiendo en diferentes situaciones el resultado que buscábamos, el cómo hemos aprendido de todas ellas… Tantas cosas.
Un ejemplo sería como con uno de los compañeros que trabajamos varios años juntos en el mismo equipo conseguimos sacar lo mejor de cada uno. Tras un periodo de conocernos e ir trabajando juntos fuimos viendo qué cualidades y capacidades teníamos. Lo hablamos y conseguimos trabajar haciendo cada uno lo que mejor se nos daba, así éramos más productivos, el resultado mejor y nosotros trabajamos muy a gusto. Conseguimos comentar en cada momento las cosas como eran, sin juicio, y aportar lo mejor de cada uno en cada situación/proyecto.
A nivel general me quedo con eso, cómo he ido creciendo y aprendiendo con cada persona con la que he trabajado. Y qué he podido dejar yo de positivo.
“Los ingenieros sois unos frikis”, “No soy capaz”, “No es para mí”, “No sé lo que me gusta”….Como voluntaria del programa bpSTEM: inspirando el talento técnico, escucho con frecuencia estas frases en boca de jóvenes que tienen que definir su futuro en pocos años. La necesidad de iniciativas como esta, mediante la cual fomentamos el estudio de disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) a través de talleres, charlas y concursos, se fundamenta en el descenso que ha experimentado la matriculación de jóvenes en estos campos durante la última década y en el incremento que, por el contrario, registra la demanda de dichas habilidades en el mercado laboral.
Las principales causas que subyacen a este desinterés se enumeran a continuación:
Percepción de alta dificultad académica.
Indecisión sobre su futuro y rama de estudio e influencia familiar en la decisión.
Menor confianza en sí mismas y peor percepción propia en cuanto a sus aptitudes para estos campos en el caso de las chicas, así como mayor tensión, nerviosismo e impotencia ante la resolución de problemas.
Combinación de estereotipos y expectativas sociales.
Falta de referentes.
Muchos son los estudios al respecto y aquí, creemos que una mirada desde la Inteligencia Emocional enriquece enormemente la comprensión y el enfoque de este fenómeno, puesto que gran parte de las causas anteriormente citadas se relacionan directamente con competencias emocionales.
¿Cómo podríamos abordar este problema desde el prisma de la Inteligencia Emocional?
Si muchos y muchas jóvenes piensan que los ingenieros e ingenieras son frikis, quizá necesitan ser conscientes de sus prejuicios, estereotipos y expectativas sociales y cómo afectan a sus decisiones.
Si creen que no son capaces, les aportará mucho valor verbalizar sus creencias limitantes y reformularlas para así poder regular sus emociones y actuaciones. Y, por supuesto, tomar consciencia de los recursos propios para reforzar su autoestima, será fundamental.
Si no saben lo que les gusta, demos espacio a la reflexión sobre sus motivaciones, referentes y deseos, así como sobre la necesidad de asumir responsabilidades para lograr alcanzarlos.
Si sienten vértigo ante la dificultad, ayudémoslos a darse cuenta de lo que puede lograr cambiando el enfoque de “problemas” a “oportunidades” mediante la curiosidad y la creatividad.
El autoconocimiento, la autoestima y la automotivación son recursos muy poderosos para disminuir la influencia de las barreras que encuentran hoy en día los y las estudiantes a la hora de decantarse por formación STEM y, sin duda, esta perspectiva merece ser explorada.
No obstante, abordar el proceso emocional de acompañar a hijos, hijas y alumnado hacia ese destino, requiere que padres, madres y profesorado hayamos, como mínimo, emprendido ya ese mismo viaje con curiosidad y aceptación. Solo así, podremos ser brújula en su camino hacia el futuro que de verdad deseen vivir.
Todos los días los comenzamos despidiéndonos de la vida y aquel día gota a gota caía la morfina hasta llegar a ella, causante de sus delirios creía yo, su cara estaba decorada con una sonda nasogástrica, los días se empezaron a contar en sentido contrario a la vida… ¡Apunta niña! Me dijo contundentemente. Yo siempre llevaba una agenda junto con una pluma, y cómo si de una lista de la compra se tratase, apunté.
Detallaba cronológicamente los hechos de su vida, hechos que le hubiesen hecho sentir bien y mal. Desde un día que, bajo el sol de aquel pueblo de Cuenca, empujó a su mejor amiga por comerse un tomate directamente de la mata, si, esto no tendría significado ni sentido, y tampoco lo tendría como vivía sus experiencias en su adolescencia por aquellas calles de Enguídanos. Ni siquiera lo desolada que quedó tras su viudez, o cuando cambió el pueblo por la ciudad. Nada de todo esto tendría valor … hasta que añadió: Niña, quiero un buen morir ¡Pronto me iré! Yo no caí en esas palabras, no me mimeticé con la frase hasta pasados unos minutos. Mi mano empezó a temblar.
Dejó palabras para personas que habían estado en su vida: padres, amigas, hijos y nietos. Palabras que ella necesitaba expresar, y a mí, a mí me dejó; ¡saber dejar ir sin dolor! Mi abuela tenía la necesidad de decir que se iba de aquí, de vivir esos últimos instantes, necesitaba que alguien la creyera y cumpliera sus últimos momentos vividos.
Ahí empecé a desarrollar “El buen morir “. Me especialicé después de su ausencia física, en acompañante de duelo, en enfermos terminales, en buscar más allá de lo que vemos. Entendí que tanto paciente como pariente necesitan hacer un trío con la muerte, decirse lo que se aman, lo que se reprochan, lo que queda pendiente, necesitan decirse hoy te amo, mañana ya te lloraré.
He visto jóvenes, ancianos y familiares míos con ganas de poder abrazar ese adiós con todo dicho; y familiares aferrados a un dolor anticipado a el momento preciso. Nos auto enseñamos a saber actuar en el desapego, en el control con cierto descontrol, pero no nos preocupamos en sabernos despedir desde la realidad, rompiendo silencios absurdos en las camas, lloros en pasillos de hospital, habitaciones a oscuras junto con susurros ahogados en lágrimas. Olvidando que mientras hayan minutos de vida hay palabras que se pueden decir más allá de los oídos dormidos de quién se va. Abrazar a ese cuerpo en los últimos instantes, decirle gracias, perder por un momento el dolor que nos va a causar esa marcha y sumergimos en lo real que puede ser ese adiós…dar un buen morir es parte de un buen vivir.
Ana tiene 9 años. No ha dormido bien esta noche. Ayer por la tarde su estuche desapareció de repente mientras ella hablaba con una compañera. Por su cabeza pasan muchas explicaciones de lo que ha podido pasar. Piensa que se lo han podido quitar. Se siente triste y avergonzada. No se lo ha comentado a nadie. Camina hacia el cole arrastrando los pies, no sabe cómo enfrentarse a esta situación. Entra en clase, descarga su mochila, la de los libros, mientras la mochila de emociones la continuará llevando a cuestas hasta que se la situación se resuelva. A Ana, hoy, la primera clase, la de matemáticas, le importa un poco menos que ayer. Su cabeza está en otra parte. Su profesora abre el libro por la página 10. No sabe que Ana, hoy no aprenderá mucho.
Esta es solo una situación de tantas que se pueden dar en un centro educativo un día cualquiera. Alumnos que salen de casa con sus mochilas emocionales llenas de historias que no saben identificar, no saben expresar o no saben resolver. Profesores que también salen de casa con sus propias cargas emocionales, las del trabajo, pero también las de sus propias vidas. Con una parte de sus mentes ya ocupada y un espacio libre que les permite cumplir el objetivo de la clase de hoy con poco margen para imprevistos. Padres y madres con prisas atienden también sus dos vidas, la personal y la profesional mientras esperan en un semáforo. No quedan fuerzas para la creatividad.
En definitiva, una comunidad educativa con sus propias mochilas emocionales. Cada uno se enfrenta al día como puede, sintiendo sus emociones en solitario e intentando centrarse en lo que se espera de cada uno de ellos. Con la motivación ajustada a los tiempos y al expediente que hay que cumplir. Ninguno de ellos ha aprendido mucho sobre las emociones.
Nuestro sistema educativo, el que tenemos, atiende muy de puntillas a las emociones en los centros. Si miramos hacia atrás, podemos decir que se ha recorrido un grato camino en este sentido, pero si miramos hacia adelante…queda mucho por avanzar.
Imaginemos cómo serían las aulas si introdujéramos la gestión emocional. Serían centros que empezarían desde el principio, es decir, trabajarían las emociones en las edades más tempranas para que se autoconozcan bien desde pequeños. En ellos, trabajarían docentes familiarizados con las emociones. Las conocerían, las describirían, las identificarían en ellos mismos y en los demás y podrían atender las emociones de sus alumnos, aceptándolas, aceptándolos, para que cada estudiante pudiera ofrecer lo mejor de sí mismo.
Conocer las emociones es el primer paso para conocernos a nosotros mismos. Si nos conocemos emocionalmente podemos dar respuesta a muchos comportamientos del día a día.
Conocer nuestras emociones es el primer paso para conocernos a nosotros mismos.
Gracia Vinagre
Un docente que se autoconoce es un docente que se autocontrola y que sabe gestionarse para llegar al objetivo que se proponga. Es un docente que se respeta y respeta a los demás, que comprende y espera, que sabe comunicarse asertivamente y sabe cuidarse cuando no tiene un buen día. Un alumno que conoce las emociones puede hablar de ellas en clase, puede escuchar y tratar de empatizar con el compañero, puede resolver con más facilidad conflictos, puede prevenir una enfermedad mental si habla sobre lo que le pasa y sabe motivarse sin necesidad de tantos refuerzos externos. Si los alumnos y alumnas aprenden en sus aulas a trabajar las emociones estamos avanzando hacia la tolerancia, porque cambiaremos los juicios por los entendimientos; disminuiremos los casos de bullying, porque si un niño siente rabia lo habrá hablado en clase o el profesor se habrá dado cuenta antes y ese niño estará atendido antes de que lo pague con el que más pasa desapercibido. Si un niño está triste, sabremos que su rendimiento bajará y que no será porque no quiera trabajar, sino porque ahora le cuesta más esfuerzo. Si un niño está inquieto, el profesor podrá ofrecerle pautas para calmarse o para calmar a toda la clase y esos aprendizajes les acompañará en situaciones estresantes toda la vida.
Educar en emociones es aprender a mostrar lo que muchas veces nos han enseñado a ocultar. Es ser más auténticos y vivir en verdades más verdaderas. Es aprovechar las emociones para aprender, enseñarles a automotivarse para aprender en la vida. Educar en emociones es preparar a la sociedad del futuro de una manera más sólida, darle herramientas para afrontar las cosas buenas y malas e invitarle a confiar en ellos mismos para salir adelante.
Hoy, con los tiempos que estamos viviendo, muchos jóvenes y cada vez más niños están presentando estados emocionales muy negativos. Están desmotivados, apáticos, tristes, sin brillo en los ojos. Si en casa se expresamos las emociones y si en clase, las mochilas emocionales pesan menos, nuestros hijos, nuestros escolares irán más livianos por el mundo y con la seguridad que da ser uno mismo y sentirse aceptado por los demás.
El ego es un mecanismo de defensa relacionado con el instinto de supervivencia. Es un sistema automatizado de detectar peligros. No tanto peligros físicos, sino peligros que podrían debilitar mi auto-concepto, mi auto-imagen y la sensación de valía. Es como si el cerebro quisiese protegerse detrás de un pensamiento del tipo “Mi valía depende del exterior. Y cualquier cosa del exterior que ponga en duda mi valía debe ser alejada”.
El ego se alimenta y goza con la apreciación de los demás. Disfruta con el reconocimiento y la aprobación. Se crece con los éxitos, las buenas notas, los premios, los ascensos y las riquezas materiales que vas consiguiendo atesorar.
El sistema del ego está preparado para considerar un gran número de sucesos como “amenazantes a mi auto-concepto”. Y ese sistema busca preservar el auto-concepto, la auto-imagen y la sensación de valía alejando esos elementos perturbadores.
El ego es victimista. Culpa a los demás de mi sufrimiento. El ego quiere que cambie lo de fuera.
El ego mira constantemente hacia el exterior. Creemos que el mundo exterior es el causante de nuestros males.
En el ego se encuentra el miedo, la búsqueda de aprobación, la culpa, las acusaciones. Si te liberas del ego encontrarás tu verdadera esencia. Tu esencia está formada de amor, el hacerte responsable de tu vida, el perdón, la sabiduría, la libertad, tomar conciencia de tu vida, la comprensión.
El ego está formado por procesos mentales. Si no conoces la mecánica, no podrás reconocerlo y te vas a identificar con el ego. Vas a pensar que tu ego y tú sois lo mismo. Cuando reconozcas el ego como algo separado de ti es cuando la conciencia resurge. Alcanzas mayor sabiduría. Si te das cuenta que una emoción desagradable proviene de tu ego te resulta mucho más fácil manejar esa emoción y transformarla en otra mucho más satisfactoria para ti. Aplicar a tu ego la luz de la conciencia te llena de más bienestar.
El ego está especializado en quitarte el presente para que toda tu mente se llene de pasado o de futuro. Tu ego te mantiene centrado en alcanzar más cosas que otras personas, vencerles, luchar, en defenderte de fantasmas que no existen. El ego es separación. El ego está relacionado con la competición, la individualidad, la diferenciación. El ego divide a las personas. En ocasiones rompe vínculos entre parejas, entre amigos, o entre la familia de una forma permanente.
En aquellos momentos en los que el ego no está, no hay sensación de lucha porque no hay necesidad de quedar por encima, de ganar o de tener que estar protegido de ataques.
El ego produce ansiedad y miedo. El ego quiere cambiar las cosas externas. El ego crece cuando compite, cuando lucha contra otros y gana. Y cuando el ego se siente perdedor genera mucho malestar emocional. Para el ego es importante la idea de sentirse por encima de otras personas. Para el ego “estar por encima” es algo necesario. Ser mejor que otras personas. Para el ego es importante tener razón. Es importante no tener fallos ni defectos. Y por supuesto, el ego no quiere que nadie señale sus áreas de mejora, fallos o carencias. Eso sería terrible para el ego.
Cuando vences la necesidad de ser una persona perfecta, de ganar siempre, de quedar por encima, entonces haces que el ego deje de estar presente y te liberas de él. Todo fluye. Surge entonces espontáneamente más bienestar.
Cuando vences la necesidad de ganar surge espontáneamente más bienestar
Las frases que vas a leer ahora son frases pronunciadas no por tu mente racional, sino por tu ego. Si sientes cierta identificación con alguna de estas frases significa que tu ego ha estado de alguna manera presente en ti. Seguramente en ese momento hayas sentido dolor emocional. Esas frases son: “No puedo permitir que me hagan esto”. “No puedo permitir este menosprecio”. “¡Pero quién se ha creído esta persona para hacerme eso!”,“Esto es un insulto hacia mí”, “Ya me las pagarán”, “Si no me pide perdón que ni me hable”, “Es horrible que me estén criticando esto”, …
Cuando te acostumbras a pasar por situaciones calmando a tu ego, el resultado es que las mismas situaciones no te alteran. El ego te lleva a responder de manera ineficaz a situaciones del entorno. Las personas que tienen mucho ego son más susceptibles a enojarse. Y encuentran cientos de circunstancias a lo largo del día para hacerlo. Cada evento que sucede tiene una probabilidad altísima de convertirse en una batalla en la que se necesita resultar ganador. El ego nos lleva a ver muchas situaciones como amenazantes.
Las personas que tienen mucho ego son más susceptibles a enojarse ante comportamientos o comentarios de los demás.
El ego, el perro y la fiesta de disfraces
Imagínate que tu ego es un perro que te ama con locura. Le has cuidado desde que era un cachorro. Cuando era pequeño podías sostenerlo e izarlo en el aire con una sola de tus manos. Cuando te mordisqueaba, no alcanzaba a pellizcar con sus dientes más que uno de tus dedos. Unos años más tarde el perro ha crecido y tiene unas garras firmes y robustas, unas piernas con músculos desarrollados y una mandíbula potente y fuerte. Es un perro noble que te acompaña y te quiere por encima de todas las cosas. Trataría de defenderte y de dar la vida por ti si fuese necesario, porque para tu perro lo eres todo.
Imagínate también que es tu cumpleaños y has decidido celebrar en tu casa una fiesta de disfraces. Has convocado a un montón de amistades para que vengan a celebrarlo contigo. El único requisito que les has puesto a tus amigos es que necesitan venir disfrazados a tu fiesta. Te encantan los disfraces, y sabéis que será una forma de divertiros mucho.
En el momento en el que el primero de tus amigos llama a la puerta, el perro se acerca a la ventana para ver quien hay al otro lado. Lo ha hecho antes otras muchas veces. Cuando abres la puerta y entra una persona vestida con una túnica roja, un tridente puntiagudo en una de sus manos y una horrible máscara con cuernos retorcidos, el perro entra en pánico. Comienza a ladrar salvajemente tratando de defenderte. Muestra todos los dientes de forma agresiva y gruñe. En ese momento agarras con fuerza al perro del collar. Te cuesta que se calme porque se ha alterado muchísimo, pero al cabo de unos segundos se tranquiliza y olisquea al visitante para darse cuenta de que no es realmente ninguna amenaza. Todo está bien. Tu amigo se quita la máscara y el perro lo reconoce. El pobre animal vuelve a la calma.
Pero al cabo de un rato llaman de nuevo a la puerta. Una nueva persona disfrazada activa todas las alarmas en el perro, que se abalanza en dirección al intruso. Llegas a enganchar al perro de nuevo, y le calmas haciéndole ver que no hay nada que temer. Que no hay ningún peligro. Y sucede lo mismo varias veces más, con cada una de las visitas.
Tu perro nunca había sido agresivo, pero en esa fiesta cada uno de los invitados parece que le altera sobremanera. Se exalta durante unos minutos cada vez que una nueva persona disfrazada se asoma, hasta que se da cuenta de que no hay realmente ninguna amenaza de la que defenderte. Que no pasa nada malo. Que está seguro y tú estás seguro, en ese entorno. El perro se tranquiliza, se calma, y llega un momento en el que es capaz de gozar y jugar, acercándose a los invitados de forma amistosa.
A tu ego necesitas enseñarle lo mismo que al pobre animalillo. Necesitas enseñarle que no hay necesidad de ponerse a la defensiva ni de atacar. Necesitas enseñarle que la inmensa mayor parte de las cosas que ve como peligros, no son más que falsas apariencias de amenaza. No son más que situaciones disfrazadas de hostilidad hacia ti, que no son realmente ataques. Que no hay ningún peligro, y por lo tanto no hay ninguna necesidad de defenderse. Tu ego puede entonces calmarse. Puedes enseñarle a tu ego que no hay ninguna batalla que luchar. Que no hay ninguna necesidad de vencer a nadie. Que no hay razón para querer quedar por encima. Que todo está bien. Y es la frase que le repites al ego para que se tranquilice. Todo está bien. Déjalo pasar. Todo está bien. Suelta y déjalo ir.
Tu ego se calmará cuando vea que no hay razón para querer quedar por encima.
Tu ego tiende a verlo todo como un ataque hacia ti.
Estrategias para deshacerte del ego: Cuadro frases que te cambiarán la vida.
Si partimos de la idea de que tu ego se ha ido formando durante unos cuantos años (todos los que tienes) puede llevarte a la idea de pensar que deshacerte de tu ego puede ser una tarea muy compleja que suponga mucho esfuerzo. La realidad con la que me he encontrado en mi consulta de psicología en Valencia es más bien la contraria. Muchos de mis pacientes tenían como punto en común que su ego les impedía disfrutar de su vida. Algunos tenían conflictos frecuentes con su pareja motivadas por su ego. Otras no se trataban con compañeros de trabajo. Incluso he tenido a decenas de personas que no se hablaban con sus padres o con sus hermanos. También he atendido a personas que sin llegar a tener un gran conflicto con nadie tenían frecuentes momentos en los que se sentían ofendidas. Generé la certeza de que:
“Quien se ofende con facilidad, encuentra cientos de motivos cada día para hacerlo”
Para deshacerte de tu ego aplica de forma constante estas 4 frases
Frase 1. “Tú tienes derecho a tener tu propia opinión”.
¿Alguna vez alguien te ha dicho esto: “Eso que dices no es así. Estás completamente equivocado”? Lo más probable es que tu reacción inmediata haya sido ponerte a la defensiva. Si la conversación sigue y esa persona te dice: “En esto otro tampoco llevas razón. Las cosas no son así como tú piensas”. Posiblemente tu inconsciente lo procese como un segundo envite. Un golpe certero directo a tu estómago que refleja un cierto impacto emocional. Súmale un nuevo: “¡Qué va! No es así como tú piensas. Para nada” y tenemos ya el calvo de cultivo sobre el que se han cocinado muchas enemistades. Odiamos que nos quiten la razón. Odiamos que nos digan que estamos equivocados. Y ese odio activa, como un resorte, cierto nivel de sufrimiento.
Odiamos que nos digan que estamos equivocados.
Acostúmbrate a permitir que los otros tengan su propia opinión. Ojo, que tengan su propia opinión no significa ceder, ni cambiar tú la tuya. Significa aceptar que ellos pueden tener una opinión diferente a la tuya y eso está bien. No necesitamos siempre vencer y que nos den la razón. Las dos opiniones pueden convivir sin necesidad de que una tenga que doblegar a la otra.
Un paciente me dijo hace unos años: “Oye, Fernando, estas Navidades son las primeras que no he discutido con mi cuñado sobre política en la cena de Navidad. Todos los años nos enzarzábamos en una lucha que no solo nos amargaba la comida a él y a mí, sino también a mi hermana y a mis padres. Estas Navidades fue diferente. Recordé lo que hablamos aquí en las sesiones. Ahora cuando él me lleva la contraria pienso para mis adentros:
La opinión es como el culo, cada uno tiene el suyo.
Me sonreí con esta comparación tan acertada, que a él le había servido para poder intercambiar puntos de vista sobre política sin tener la necesidad de que el otro acabe cediendo y confesando que tenemos nosotros razón, y permitiéndole además que tenga su propio criterio, y eso está bien.
Cuando empiezas a interiorizar esta sencilla frase experimentarás una sensación de paz. De tranquilidad. Desde ese momento las personas te podrán decir que desde su punto de vista te estás equivocando, y puedes simplemente reconocer que desde su punto de vista puede que tengan razón.
Frase 2. “Tú tienes derecho a cambiar de opinión”.
Esta frase se relaciona con otro de los elementos que hacen sufrir a las personas. Cuando alguien nos dice que piensa una cosa, y luego le ves actuar de forma contraria, te molesta. Piensas: ¿cómo puede estar haciendo esto si previamente me dijo que iba a hacer lo otro? Las personas no toleramos bien los cambios de opinión de los demás. Es como si el hecho de que alguien cambie de opinión generase un cortocircuito en nuestro cerebro. Para que el mundo esté bien, lo que uno dice que va a hacer tiene que corresponderse con lo que finalmente hace. Y nos molesta si encontramos diferencias.
La realidad es que todos, incluido tú, cambiamos a veces de opinión. Unas veces decimos una cosa y a los dos días hacemos la contraria. Hemos cambiado de punto de vista. O las condiciones para nosotros son diferentes, y aunque otra persona no conozca los motivos, nosotros sí sabemos porqué estamos haciendo algo diferente a lo previsto.
Que los demás mantengan su opinión está bien. Pero los demás pueden cambiar en cualquier momento de opinión, y eso también está bien.
Frase 3. “Dejaré de buscar que ojalá fueses más parecido a mí”.
Tu ego te hacer que la diferencia te moleste.
Sofía era una paciente de mi consulta de psicología en Valencia que trabajaba como maestra en un colegio. Estaba casada con Juan, arquitecto. Tenían frecuentes problemas de pareja. Con su madre también se llevaba cada vez peor. El principal problema de Sofía es que tenía una manera rígida en la que ella pensaba que se tenían que hacer las cosas. Por ejemplo, Sofía hacía siempre una lista de la compra antes de ir al supermercado. Según ella, es una forma de no empezar a comprar cosas que luego no necesitas. Sus argumentos eran lógicos para ella. En algunas ocasiones Sofía llegaba a casa después de salir del colegio y había quedado con Juan ese día para ir de compras juntos. El último día ella se puso furiosa porque Juan no había hecho la lista mientras ella estaba en el colegio. No entendía la razón de que si él había estado todo el día en casa no había hecho la lista para poder ir a comprar cuando ella llegase a casa del colegio. Sofía necesitaba que Juan fuese más parecido a ella en cuanto a la organización y planificación. En el momento en el que Sofía asumió que Juan podía tener también su propio criterio válido, Sofía disminuyó su irritación constante hacia él. Le aceptó como individuo separado de ella.
Frase 4. “Consideraré las críticas como una ayuda”.
Personalmente considero esta parte como la habilidad interpersonal más elevada. Como el tope de la pirámide de las habilidades sociales. Si pensásemos en las habilidades sociales como eso: como una pirámide, en la base estarían las habilidades que aprendemos en nuestra infancia. Esto es: a decir “gracias”, a pedir las cosas “por favor” y de ese modo cuando alguien nos regala un caramelo, nuestros padres nos solicitan: “A ver, ¿cómo se dice?” y nosotros respondemos hacia la persona que nos lo ha regalado “Gracias”. De ese modo comienzan un conjunto de reglas sociales y habilidades que nos hacen ser más efectivos para vivir en sociedad.
Un poco más adelante aprendemos habilidades de escucha activa. De ese modo, miramos a los ojos a las personas cuando nos hablan y asentimos con la cabeza. Que, aunque nos cueste al principio, con la práctica lo automatizamos y para la mayor parte de las personas pasa a ser algo habitual. Un poco más arriba en esa pirámide están las habilidades para iniciar conversaciones, hacer amigos nuevos, o incluso seducir o ligar.
Luego, más arriba, estarían las habilidades para resolver conflictos, para negociar, para persuadir y para influir en otras personas. Seguramente me deje alguna por el camino, pero lo que sí tengo claro es que en la cúspide está esa habilidad a la que muchísima gente le cuesta llegar, y que no es para nada fácil hacerlo bien. Porque es una habilidad muy vinculada con nuestras emociones, enraizada en el deseo de agradar con el que tomos hemos crecido, y no es otra que la habilidad para encajar adecuadamente las críticas de otros.
La habilidad para encajar críticas es una de las habilidades más avanzadas y más complejas de alcanzar.
Piensa por un momento en alguna situación en la que otra persona te haya hecho una crítica. La que sea. Trata de identificar cuál fue esa crítica. Dónde estabas cuando te criticaron eso. Qué te dijeron exactamente. Qué parte de tu comportamiento o tu forma de pensar estaban juzgando. ¿Lo tienes ya? Si no es así, detente y piénsalo un poco más. Ahora piensa en cuál fue tu respuesta emocional. Qué malestar generaste. Entre cero y diez, siendo cero que no te molestó en absoluto, y diez que te hizo bastante daño, ¿qué número elegirías en esa situación?.
Si realmente has encontrado una situación y has contestado a las anteriores preguntas seguramente hayas visto que el malestar que has sentido es un número entre seis y diez. ¿Es así?
Llevo varios años preguntando esto a personas que han participado en mis formaciones y rara vez es cuando alguien encuentra situaciones calificadas por debajo de cinco. Las críticas nos molestan, y generalmente nos molestan mucho. Y más si vienen de gente que apreciamos y queremos, como suele ser el caso.
Esto no debería ser así porque las críticas rara vez tienen una intención de hacernos daño o molestarnos. La mayor parte de las veces tienen una intención de ayuda, o de solucionar alguna situación, o de mejorar la relación entre esa persona y tú. Pero no las gestionamos como que nos están tratando de ayudar. Más bien las interpretamos curiosamente como un ataque, un reproche, una queja hacia nosotros o una repudia ofensiva.
¿Cuál es entonces la forma madura, sensata y habilidosa para gestionar mentalmente esa crítica? ¿Hacia dónde debo dirigir el esfuerzo de mi pensamiento? Me gustaría proporcionarte una respuesta práctica, clara, directa y sencilla a esta pregunta. Cuando alguien te haga una crítica, detén el ego que va a salir a defenderte, y piensa:
“Esta crítica que me están haciendo no lleva mala intención de la otra persona, ni es un ataque. No tengo que ponerme a la defensiva. Voy a responder de forma madura a esta crítica, porque esa persona tiene intención de ayudarme con ella”
Considera las críticas como una ayuda
“No soy un desastre por tener algo que hay podido hacer mejor. Escuchar a esta persona es una buena forma de saber qué podría estar haciendo de otra manera, y me ayuda a pensar en los resultados que estaría teniendo si me comportase de esa forma. Yo puedo mejorar las cosas que me propongo mejorar, y escuchar las opiniones de los demás es una buena manera de descubrir cómo puedo mejorarla. Por lo tanto, voy a escuchar con atención la crítica en lugar de ponerme directamente a la defensiva, o bien en lugar de derrumbarme ante ella. No me va a afectar emocionalmente. Voy a mostrar control y entereza. Mi comportamiento va a ser de agradecimiento hacia la otra persona por haberse parado a criticarme. Voy a mostrarme de acuerdo con todo aquello con lo que crea que estoy de acuerdo de lo que me dice la otra persona. Y además se lo voy a expresar. Voy a pedir opinión a la otra persona, con interés, sobre cómo cree que debería actuar en esa situación”
Pide opinión, con interés, sobre cómo se podría solucionar el tema que te han criticado.
Espero que hayas disfrutado de esta lectura. Para mí ha sido un placer compartir contigo esta reflexión. Búscame en redes sociales y será un gusto seguir en contacto contigo:
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies